La historia de Gandhi me impresionó tanto que creía seriamente que un hombre bueno podía cambiar el mundo. Y esta creencia se reafirmó cuando descubrí a Martin Luther King, Malcolm X y Mandela.
También tuve la suerte de vivir parte del gran momento de ilusión y esperanza que fue la revolución sociocultural de los 60. Ahí palpé las palabras libertad, solidaridad, igualdad, justicia, paz…
Parecía que la Historia seguía, al fin, el camino acertado, gracias a la lucha de todos los grandes nombrados aquí, y muchos intelectuales, científicos, políticos, periodistas y anónimos comprometidos.
Ahora me resulta difícil explicar cómo se veían las expectativas del mundo en esos años. No nos imaginábamos que la historia sería tan diferente, contra toda lógica. Parecía que el futuro no se parecería en nada a las historias de ciencia ficción en las que la tendencia era una sociedad dividida en niveles. Quién nos iba a decir entonces que empezaríamos tan pronto a ver indicios de esos niveles subterráneos en Nueva York, y ahora en las ciudades españolas. Claro que los periodistas no los ven y es como si no existieran.
Lo que menos entiendo es cómo ha desaparecido el compromiso de los intelectuales, periodistas, científicos, etc. Ni siquiera en la música se ven apenas creaciones reivindicativas. Y la apatía, ceguera y manipulación del periodismo es del todo incomprensible.
¿Qué nos ha pasado? ¿Es que ya no queremos arreglar las cosas? Ni siquiera en Sudáfrica se han arreglado: Después de Mandela vino otro presidente y vuelta a las andadas.
En España también están volviendo los reaccionarios y cerrando puertas que tanto costó abrir. Entre quince familias tienen más que el resto del país. Y en los demás países, más de lo mismo. Hasta los neonazis presumen de su ideología sin problema.
Con Mandela se ha ido el último héroe y me pregunto cuántos como él hacen falta hoy para arreglar esto y si queda alguno.
Lo que más siento es que mis hijos no vivan un trocito de historia en el que puedan creer firmemente que la sociedad de los humanos será, por primera vez justa y buena para todos. Porque para mí, aunque no lo hayamos conseguido, el haber podido creerlo de verdad es algo que nunca olvidaré y que me sostiene entre tanto tambaleo y sinrazón.
Consuélate. Tus hijos al menos tienen a su madre que les puede relatar esto he intentar que adquieran estos valores para que el día de mañana sean la semilla donde crezca en otros...algunos no tienen ni eso. Se que no es un gran consuelo, pero no todos podemos ser Gandhi o Mandela, pero a nuestra escala podemos ayudar a cambiar el mundo.
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